domingo, 8 de septiembre de 2013

ÚLTIMA PARTE DEL SEGUNDO FINAL (OPCIÓN B)

REGRESA DONDE DICE QUE LO SIGUIENTE ES PARA AMBOS FINALES.
 -¡ Mira, un coche se acerca, es el que trae a Elizabeth ¡ No hagamos ruido y escuchemos.
El auto se detuvo en la puerta de entrada como siempre lo hacía, el chofer  bajó y puso las maletas en el suelo, luego ayudó a la pasajera a apearse, venía con muletas. Al instante la mujer llamó.
  -¡Debra, ya llegué, ayúdame con el equipaje!
En eso aparece Harry en la puerta, diciendo:
  -Bienvenida, querida Elízabeth.
Ésta se quedó atónita, pero enseguida se repuso y ordenó al chofer que se fuera. Harry se acercó, cargó los bolsos y los llevó adentro, Elízabeth no daba un paso, cuando su marido regresó la tomó de un brazo para ayudarla a entrar a la casa, pero ella seguía de pie con sus muletas, al fin preguntó.
  -¿ De donde saliste, así que estabas vivo? ¡Necesito una explicación!
  -También yo necesito una explicación, -contestó Harry- sobre el motivo por el cual me arrojaste al fondo del barranco.
Los jóvenes escuchaban espectantes, Elizabeth entró, pero desde afuera se oía la discusión.
 - ¡Primero quiero saber donde está mi mucama!
-La mucama quiso irse-contestó Harry- No tenía motivo para impedírselo,     
ahora soy yo el que se quedará contigo.
-Bueno, no irá muy lejos.
Debra y Mauricio decidieron marcharse, mientras caminaban hacia la ruta, el joven le dijo a su compañera.
  -Tal vez nunca sepamos lo que pasará con esta pareja en el futuro, pero lo que es seguro es que ningunos podrá dormir sin vigilar al otro.
  -Dime Debra, ¿ Sabes que Elizabeth camina y no necesita silla de ruedas ni muletas?
  -Sí, según lo que me dijo mi Tía Eulalia, ¿ cómo lo sabes?
  -Te diré, mientras estuvimos en la ciudad y luego de entregarme el dinero prometido, ella creyó que yo me alejaría para siempre, tal como me lo había ordenado, en cambio la seguí a todos lados y siempre a prudente distancia. Así pude enterarme que caminaba normalmente y sin ayuda. También que se encontraba con el chofer en un restaurante, el mismo que la venía a buscar para las supuestas rehabilitaciones y que la trajo hoy. De ese modo pude descubrir que se trataba de un comisario.
  -¡No lo puedo creer!- Exclamó Debra- seguramente era un cómplice.
  -Así es, en otro momento se reunió en una casa con ese comisario, un abogado y un médico. Yo lo supe a través de una ventana, agazapado en la noche, detrás de unas chapas.
Mientras el joven iba narrando, llegaron al portón de salida y vieron pasar un micro. Como faltaba mucho para que pasar otro, se sentaron en el suelo a esperar el siguiente.
  -¿Y de que hablaban esos hombres?- Preguntó impaciente la muchacha.
  -Hablaron sobre el viaje que Elizabeth pensaba hacer al exterior, pero no les dijo que era para siempre, simplemente que se quedaría seis meses. Todos se oponían a que se ausentara, ya que, según me enteré, ella les pagaba mensualmente. Elizabeth los tranquilizaba prometiéndoles una cantidad de dinero junto, hasta su regreso. El que sin duda era un médico, en un momento dijo.
  -Yo arriesgué mi mátricula de médico para firmar la defunción de Verónica como muerte natural y nunca estoy tranquilo al respecto. Sin olvidar que luego firmé la suya, señora.
  -Y yo-dijo el que conocemos como chofer- puedo ir preso por muchos años si todo se descubre, le aclaro que soy muy respetado en mis funciones de comisario. Además mi familia no sabe nada de todo esto.
  -Cuando ocurrió el caso de Verónica-dijo el abogado- tuve que tentar al fiscal y al juez para que el juicio que entabló la familia no prosperara. Aquí hay mucha gente comprometida.
  -Perdón doctor, pero el dinero que cobran es mío- dijo enojada Elizabeth.
  -Y, en cuanto a su supuesta muerte-prosiguió el letrado- ¿ Se imagina usted, si su esposo aparece un día de éstos?
  -Eso no va a ocurrir y si así fuera, yo lo arreglaría. Debo recordarles señores, que cuando me disponga a irme les voy a firmar un cheque a cada uno y eso será lo último que les daré, me ausente, o no. Si yo caigo, caerón todos ustedes, como fruta madura. ¿ Están de acuerdo?
  -Desde mi escondite pude ver como todos se miraron, luego hicieron un silencio y al final aceptaron el trato. Ya ves Debra, que Elizabeth siempre gana. Lo que más me duele es que mató a mi hermana.
  -Lo siento mucho-dijo Debra- ¡ Mira, allí viene el micro¡
Una vez ubicados en sus asientos, Muricio suspiró hondamente y le dijo a Debra.
  -Por fin volveremos a casa, con éste dinero y el que ganamos con nuestro trabajo, pagaremos de alguna manera a la gente que estafamos y tal vez retiren sus denuncias. ¿ No te parece? Yo te amo, pero si tú no quieres seguir tu vida conmigo, lo comprenderé.
  -Yo también te quiero Mauricio, pero debo tomarme un tiempo para pensar. Ahora, si me permites, hablaré con tía Eulalia para saludarla y saber sobre su salud.
  -Hola, ¿ Eres tú Tía? ¡ No puede ser¡ Si yo estuve hace unos días con ella, ¿Habla Amelia? ¿ Y quién habla entonces? ¿ Desde cuando está internada? Usted debe estar equivocada, es imposible que lo esté desde hace meses.Yo soy de la familia y acabo de estar con ella y con Amelia, su amiga. ¿ Que le sucedió? ¡La escucho señora! Perdone, pero voy a cortar. Gracias.
  -¿ Que te dijeron? Preguntó preocupado Mauricio-
  -¡ No puede ser que me digan que no hablé con mi tía en estos días! Y que está internada desde hace unos meses. Una mujer dice que tía Eulalia nunca se pudo sobreponer a la muerte de su hermana y de su sobrina Debra. Creo que me voy a descomponer, también dijo que se fracturó la cadera el día de la muerte de mi madre porque sufrió un desmayo por la noticia. ¿Recuerdas que me preguntaste porque no estaba presente el día que mamá murió?
  -Eres una tonta- dijo enojado Mauricio, fue una broma macabra, ¿ Estás segura que contestaban de la casa de Eulalia?
  -Sí, es una mujer que está encargada de la vivienda hasta que regrese mi primo de España, ¿Como podía saber eso? Según esta mujer, mi madre, mi novio y yo dejamos de existir al caernos de un barranco cuando huíamos de la policía.¡ Estamos muertos!
  -¡ Cállate ! recuerdo haber huido de la policía varias veces pero no contigo ni con tu madre y, yo no conocía barrancos hasta que llegamos a la casa de los Benson. ¿No recuerdas cuando velamos y sepultamos a tu madre que murió de un infarto?
  -Sí, pero mi cabeza se niega a pensar, ¿ Cómo puede la gente hacer este tipo de bromas?
  -No me extrañaría que Elizabeth tuviera algo que ver con ese llamado, lo que ocurre es que hemos vivido cosas espeluznantes. Debes tratar de descansar- le aconsejó Mauricio.
  -¿Qué buscas en tus bolsillos? -Preguntó Debra.
  -El dinero que me dio Elizabeth, lo único que me faltaría es que lo hubiera extraviado. Debe estar en el bolso.
Cuando el joven lo abrió estaba lleno de cenizas.
Debra abrió sus ojos desmesuradamente e iba a decir algo cuando el chofer los interrumpió.
-¿Vienen de algún evento?
-No- contestó el joven- pasamos el día visitando el barranco y luego fuimos a cenar.
  -Me parece que bebieron demasiado, esta no es zona de barrancos.
Los jóvenes se miraron sin poder creer lo que estaban escuchando. Se quedaron en silencio y al llegar al pueblo, Debra le dijo a Mauricio.
  -Ya que para llegar a casa tenemos que pasar por el cementerio, visitemos la tumba de mamá, ¿quieres?
  -Por supuesto, entra tú que yo compro flores y te alcanzo.
Cuando estuvieron frente a la tumba, vieron con estupor el nombre de la madre de Debra y la de ellos dos. De pronto sintieron frío y desaparecieron.

                                                                                     FIN















miércoles, 4 de septiembre de 2013

2º PARTE DEL SEGUNDO FINAL



ATENCIÓN: DEBES REGRESAR Y RELEER EL DIÁLOGO DE DEBRA CON SU TIA EN EL FRAGMENTO 8º, HASTA QUE VEAS EL AVISO PARA RETOMAR LO QUE SIGUE AQUÍ.

  -Mira Tom, Harry o como te llames, creo que yo ya no tengo nada que hacer aquí.
  Debra se cuidó muy bien de mencionar que Elizabeth la había dejado como rehén. Ésta era su oportunidad de escapar. Ahora cuando la dueña de casa regresara se encontraría con su marido vivo y, ya no tendría tiempo para pensar en ella y en Mauricio.
  -Bueno- dijo Harry- ¿ Sabes cuando regresarán?
-Ella dijo que se quedaría unos días, mañana llamará y lo sabremos, yo me iré antes.
 -Está bien, lo ideal es que seas tú quién la atienda, para sorprenderla, el problema es Mauricio.
  -Me olvidé de mencionarte que no vendrán juntos, ellos rompieron la relación y mi ex marido, una vez que ella termine con sus estudios médicos, se irá a otra ciudad y no regresará a esta casa.
  -Sabía que eso no duraría mucho conociendo a Elizabeth, y tú, ¿ piensas seguirlo?
-¡Por supuesto que no! - dijo enfáticamente la joven- Cambiando de tema, estuve pensando que ahora comprendo por qué tu esposa permanece escondida en este lugar y cuando sale se recoge el cabello y usa gafas; es porque todos creen que murió asesinada. Lo que no entiendo es el motivo de hacerse pasar por muerta.
  -Es lo que me deberá explicar- dijo Harry.
  Al llegar el día del regreso de Elizabeth, ésta habló antes por teléfono con Debra y preguntó.
  -¿Alguna novedad, querida?
  -No, ninguna, como ves yo estoy aquí, no me he marchado.
  -Sabía que no lo harías porque no te conviene. Todo va a salir bien, llegaré al anochecer. Mauricio tomó lo prometido y se marchó. Te veré luego, prepara algo liviano para la cena, no comí bien en este lugar.
Cuando colgó el teléfono vio llegar a Harry, como estaba con los caballos, pudo hablar con libertad. Enseguida le contó que su mujer llegaría esa noche.
  -Me alegro poder aclarar todo con Elizabeth, pero me entristece tu partida. Quiero decirte que he sentido una gran pasión por ti, pero ya ves, mis planes han cambiado, no por mí, sino por las circunstancias. No pierdo la esperanza de encontrarte algún día. He sido muy feliz contigo, eres una buena mujer.
  -Gracias- dijo Debra mirándolo fijamente- por lo que veo me han engañado por segunda vez. Yo te quise de verdad, pero en el fondo solo eres un hombre ambicioso como Mauricio. No me busques y no te disculpes, la diferencia entre tú y mi ex pareja es que confié más en él que en ti. Siempre me pareció que escondías algo. Yo me voy ahora, ya preparé mis maletas, me voy en la bicicleta y la dejaré apoyada en un árbol antes de la puerta de salida. No quiero que me acompañes.
Harry se acercó y le tendió su mano. Ya estaba oscureciendo, dentro de poco llegaría Elizabeth, debería apurarse. Tenía pensado esconderse entre los árboles y esperar  que ella llegara para ver y escuchar ese reencuentro.
El hombre cerró la puerta cuando Debra se despidió de él. Ella se dirigió al granero a buscar la bicicleta. Cuando comenzó a acomodar los bolsos, escuchó un chistido que salía detrás de los fardos de pasto, era Mauricio.
  -¿Qué haces aquí? ¿No te marchaste? No entiendo por qué volviste.
  -¿Creías que te iba a dejar con esa insana? Aunque veo que decidiste irte, a pesar de las amenazas de esa mujer- dijo Mauricio.
  -Ven, te contaré todo, pero escondámonos en otro lado, pronto llegará Elizabeth- advirtió la joven.
Salieron sigilosos, refugiándose en las sombras de la noche, pero muy cerca de la casa.
  -¿ Por qué no nos vamos ya ?- preguntó Mauricio- Elizabeth llegará en cualquier momento y no quiero que nos encuentre aquí. Debemos huir lejos de ella.
  -Mira, te contaré rápidamente, quiero verla cuando llegue y se encuentre con su marido Harry que está dentro de la casa. Cuando eso ocurra estará tan ocupada que nunca más nos perseguirá.
  -Pero, ¿no había muerto? No quiero pensar que estuvo contigo estos días.
  -Es una larga historia que ya te contaré cuando estemos lejos de este lugar. Lo que te puedo decir es que estuve en casa de mi tía Eulalia y me enteré de cosas que me pusieron los pelos de punta, por ejemplo: que Elizabeth intentó matar a su esposo y que también mató a su mucama Verónica. Éste hombre perdió la memoria y cuando la recuperó intentó volver, pero en ese tiempo salió en todos los diarios la noticia que Elizabeth había sido asesinada, por ese motivo desistió de presentarse ante la justicia para decir lo que le había sucedido, ya que sería acusado de haber vuelto para matarla y así vengarse. No obstante ello venía siempre al barranco porque se decía que muchos la habían visto. Cuando yo iba a pintar, lo conocí, pero como en la casa no había fotografías de él, creí que se trataba de otra persona. Además me dijo que se llamaba Tom. Como yo le comenté que trabajábamos en este establecimiento y, según la descripción que le di, él tuvo la certeza de que estaba viva. Eso me lo contó ahora, porque le mostré los recortes de diarios que me dio mi tía. Yo le creí cuando dijo que nunca intentó matarla.
Debra confesó esta historia de un tirón, en voz baja, muy excitada pero sin mencionar que había vivido un romance con Harry.
  - Estoy anonadado, nunca me comentaste que habías conocido a un hombre en el barranco- dijo Mauricio- Fuiste muy valiente al desenmascararlo, podría haber reaccionado mal.
  - En esos momentos tú estabas muy ocupado con Elizabeth, en cuanto a la reacción de Harry, comprendo que fue templada y me pidió que recibiera el llamado de su mujer antes de marcharme, para tomarla de sorpresa. No creo que haya venido nunca para tratar de matarla.
  - Tienes razón- contestó Mauricio - en creerlo, porque fui yo el que lo hizo, al menos eso creí por mucho tiempo.
  -¿¿Qué??  ¿ De dónde la conocías?



sábado, 17 de agosto de 2013

Opción B (1º parte del Segundo final)

  Elizabeth, de pronto decidió no ir al barranco porque prefirió que Debra le terminara la pintura.  Luego llamó Mauricio a su habitación antes de cenar y muy seria le dijo.
  –Debo decirte que he cambiado de idea con respecto a nuestra relación, esto debe terminar hoy porque yo no te amo. Al principio lo creí pero no siento amor por ti.
  -¿Cómo? ¿y tú crees que puedes deshacer así la vida de las personas? Yo dejé a Debra por ti.
  -¡Cállate! Ustedes eran solo compañeros de aventuras; tampoco estoy tan segura que me ames a mí, creo que solo te interesa mi dinero. Lo material es lo que mueve a las personas como tú.
  –Tal vez te equivoques y no sea por eso que me acerqué a ti. Aunque conozcas mi pasado que ciertamente me condena, no sabes nada de mis sentimientos. Mañana nos iremos de aquí para siempre así te quedas sola, como mereces estar- dijo Mauricio.
  -¡No, a Debra no te la llevarás!- exclamó Elizabeth.
  -¿Ella lo ha decidido? ¿O la mantendrás como rehén?- preguntó el joven.
  -Debra todavía no lo sabe pero se lo diré esta misma noche y no tendrá opción, deberá aceptar. Escucha, este es el trato que haré contigo: te ofrezco un buen dinero y te irás donde quieras para comenzar una nueva vida. Tu compañera se quedará conmigo un tiempo, mientras yo trato de vender esta propiedad para marcharme a Europa.
  -¿Y por qué quieres retener a Debra?- preguntó Mauricio.
  –Porque si bien ya no la amas, sé que la aprecias y, mientras ella permanezca aquí yo tendré la seguridad que no hablarás sobre el lugar donde vivo. Es un secreto y el motivo no tienes por qué saberlo. Si hablas, algo malo podría sucederle a Debra. Sin contar que inmediatamente te denunciaría.
  –No sé por qué te escondes ni me interesa. Te ruego que dejes partir conmigo a Debra. Nosotros no diremos nada ya que no queremos ir presos y, si no aceptas ¿puedo saber cuándo podré reunirme con Debra?
  -Sí, cuando yo me vaya al extranjero- respondió Elizabeth.
  -¿Y qué seguridad tengo de que no te la llevarás contigo?
  -No tienes otra alternativa que arriesgarte a creerme- dijo la mujer con una sonrisa.
  –Dime, ¿y por qué no nos podemos quedar los dos hasta tu partida?
  -Muy simple, ya no te quiero aquí. Mañana nos iremos los dos a la ciudad, sacaré un dinero del banco y te lo daré. Debra se quedará aquí esperando mi regreso. Ahora si lo deseas puedes consultarlo con tu ex mujer y dile que luego venga a hablar conmigo.
  Cuando Mauricio le relató todo a la joven, ésta no salía de su asombro.
  -¿Y por esta clase de mujer me cambiaste? Yo te lo advertí, se divirtió contigo, pero te diré algo: no quiero quedarme a solas con esa mujer, es diabólica.
  Debra sabía que Elizabeth la quería a ella, por eso alejaba a Mauricio. Le preocupaba la idea de tener que soportar su acoso por mucho tiempo.
  –Lo que no entiendo es por qué dice que no quiere que nadie sepa su paradero- Debra dijo esto muy intrigada.
  –Algo muy malo habrá hecho- contestó Mauricio.
  Cuando Debra tuvo a Elizabeth ante ella, le gritó a voz en cuello.
  -¡No quiero quedarme contigo!
  -¿Quieres irte con quién te fue infiel? ¿Con alguien que no te respetó y que mañana se irá muy feliz con mi dinero?- con estas preguntas Elizabeth hacía su juego.
  –Eso no me interesa, yo acepté que él estaba enamorado de ti y ahora no entiendo por qué lo echas.
  –Debra, no mientas, yo ya te expliqué por qué lo hice. Fue para darte celos, Mauricio no me interesa y no quiero que vuelvan a estar juntos en mi presencia.
  -¿Entonces nunca me dejarás ir?
  -Sí, el viaje a Europa está en mis planes pero para cuando llegue ese momento, ya me habré aburrido de ti. Supongo que Mauricio ya te dijo que mañana nos iremos a la ciudad, yo le daré el dinero y él tomará su camino. Pienso quedarme unos días para hacer algunos trámites y tú te quedarás aquí. No tienes elección, confío en que no escaparás.
  Después de la partida de Mauricio y Elizabeth, Debra decidió ir a visitar a su tía a Los Médanos.






Presentación del blog

La escritora explica la bifurcación de los dos finales de la novela, Extorsión en el barranco.

http://www.youtube.com/watch?v=FIHtyK0Vo58&feature=c4-overview&list=UUoeMUzxqo1erQOHNe85O9VQ


sábado, 27 de julio de 2013

11º parte de Extorsión en el barranco (Primer final)

  -¿Qué?, ¿De dónde la conocías?   
ATENCIÓN: LO SIGUIENTE ES PARA AMBOS FINALES.    
- Yo no la conocía, pero fue ella la que mató a mi hermana Verónica
y  vine una noche para vengarme.
-Pero hace dos años tú estabas conmigo; si bien yo no conocí a tu hermana, debiste decirme que murió asesinada, en cambio me dijiste que había muerto de forma natural y que no vivía con tu madre.
  - Comprende que no era sencillo contarte la verdad- aclaró Mauricio.
  - Ahora quiero que me digas, ¿cómo no te reconoció Elizabeth cuando decidiste regresar conmigo?
   - No me reconoció porque cuando entré esa noche, yo me había cubierto la cara y ella estaba de espaldas mirando televisión. Además esperé a que la mucama tomara el micro, ya que era su día de salida. Le apreté el cuello con un cable y cuando creí que estaba muerta, salí corriendo.
  Debra se tapaba el rostro con las dos manos y exclamaba, ¡qué horror!
  -Luego- prosiguió Mauricio- las noticias salieron en todos los diarios. Esperé día tras día que me citara la justicia, porque yo sí tenía  motivos para asesinarla, y así vengar a mi hermana. Más todo se silenció y cuando comenzaron a decir que Elizabeth estaba viva, no me abandonaba la idea de volver a esta casa para corroborarlo. Jamás pensé hacerlo contigo y comprometerte, pero el destino quiso que el micro se descompusiera justo enfrente de éste establecimiento, lo demás ya lo sabes. Tampoco me enamoré de ella porque nunca olvidé que era la asesina de mi hermana, todo lo fingí para castigarla. Fui un estúpido al creer que ella me amaba y que sufriría cuando la abandonara. Pero, según me dio a entender, a Elizabeth le gustabas tú. Ahora sé que lo que se dijo de Verónica era verdad. Estaban enamoradas.
  - Lo siento Mauricio, cuando me di cuenta de su interés por mí, sufrí mucho, yo la rechacé y se enfureció. Nunca me atreví a decírtelo pero jamás pensé que te lo había confesado.
-Sí- dijo Mauricio- y fue mucho más allá al decir que tú le correspondías, no te pongas mal, yo no le creí. AMIGO LECTOR: DEBES IR A LA OPCIÓN B, DONDE DICE:- ¡MIRA, UN COCHE SE ACERCA... Bueno, ya es medianoche, debemos marcharnos.
  - Dime Mauricio, ¿estás seguro que no nos descubrirán? ¿qué haremos ahora?
  -¡Voy a traer nafta del garage!- dijo el hombre.
  -¿Qué vas a hacer?- preguntó la joven en el colmo del abatimiento.
  - No preguntes y junta todas las cosas que llevaremos.
  Mauricio volvió con la nafta, preparó un palo y trapos e hizo una especie de antorcha. Luego comenzó a impregnar el interior de la casa con el combustible e hizo salir a su compañera, ordenándole que corriera hacia el camino. Echó la nafta que le sobraba en la puerta de salida, se puso a distancia y prendió la antorcha, arrojándola a la casa y corriendo detrás de Debra.
  Los jóvenes corrían como locos por el camino de pinos sin mirar hacia atrás.
  Jadeantes llegaron a la tranquera de salida, se sentaron sobre unas piedras en la ruta a esperar el próximo micro. Mauricio abrazó a Debra y le preguntó la hora.
  - Son las tres de la mañana- contestó la joven temblando- y lo peor es que no sé el horario de los micros, ya que nunca hemos tomado uno a esta hora.
  Al fin se durmieron, pasaron algunos micros pero no los escucharon.
Cuando despertaron ya estaba amaneciendo y al mirar hacia la casa, estupefactos vieron que la misma se mantenía en pie y, no solo eso, también observaron a una figura conocida cabalgando en dirección a la ruta, era Harry.
  -¡No puede ser!- dijo el joven- si lo matamos anoche y a la casa la incendiamos, ¡Esto es una pesadilla!
  -¡No quiero pensar, no quiero vivir!- gritaba Debra.
  -¡Déjate de lloriqueos que llega el micro!
  Ellos eran los únicos pasajeros, sacaron los boletos y se sentaron abrazados.    
  El chofer, de rostro simpático tenía deseos de conversar.
  - Está fresca la mañana, va a ser un hermoso día, perdón por mi curiosidad, ¿vienen del barranco o de la casa embrujada?
  -No- dijo de mal humor Mauricio- fuimos a una fiesta en el campo y un amigo nos trajo hasta aquí.
  - Solo fue un chiste- aclaró el chofer- yo conocí a los Benson, los dueños de la casa embrujada, como le dicen. Muy buena gente, lástima lo que les ocurrió a la hija y al esposo, al morir de esa manera.
  Debra tomó el teléfono celular y habló con su tía, diciéndole que había hecho las paces con su novio y encontrado trabajo, por lo tanto, por ahora no la visitaría, pero le prometió llamarla pronto.
  -¿Qué dijo tu tía?- preguntó Mauricio.
  - Se alegró mucho por nosotros.
  - Escuché que le dijiste que habías hecho las paces conmigo, creo que no estaría mal, que volviéramos a estar juntos y tratar de olvidar todo.
  - Eso no lo puedo responder ahora Mauricio, lo que haremos es volver a mi vieja casa y pagar las deudas que hemos contraído, hablar con la gente y dejar de huir. Esperar que lo que vivimos anoche sea solo una pesadilla, ya nos llegarán las noticias. Todo este drama tal vez haya servido para iniciar una nueva vida; juntos o separados pero en paz.
  - Yo guardé mi sueldo de estos meses ya que no tuvimos gastos y supongo que habrás hecho lo mismo, con eso pagaremos.
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  Pasaron cuatro años, la pareja se había casado y tenían una niña de tres años.   
  El pueblo los respetaba, ya que luego de pagar las deudas y haberse presentado a la policía, todo quedó arreglado. Poco a poco se fueron ganando la confianza de los viejos conocidos y amigos. De la casa del barranco no volvieron a tener noticias, tampoco de sus ocupantes. En el fondo de la vivienda de Debra instalaron un taller de tapicería, ya que Mauricio tenía ese oficio, Debra también ayudaba. Trataron de no seguir buscando respuestas a lo que habían vivido, porque no las tenían.
  Una tarde, Mauricio le preguntó a su mujer, mientras trabajaba.
  -¿A qué hora dijo el cliente que pasaría a retirar el sofá?
  - A las 20 horas, ya está casi terminado, tienes tiempo. En eso estaban cuando Aurora, la hija de ambos, les avisó que una señora estaba afuera y los buscaba.
  Debra se levantó de la máquina para ir a atender, pero ya la mujer estaba adentro, grande fue la sorpresa del matrimonio cuando tuvieron a Elizabeth frente a ellos.
  -¡Hola! ¿Vieron como los encontré? ¡Tienen una hermosa niña! – exclamó la enigmática mujer.
  Debra se apresuró a tomar a su hija de la mano para alejarla de Elizabeth.
  -Descuida, no voy a hacerle daño a la niña. Me parece mentira que vivan honestamente.
  Mientras hablaba recorría el taller y curioseaba el comedor, la pareja no salía de su estupor. En un momento se detuvo frente el retrato de una adolescente con un perro, la miró en silencio y dijo.
  -Esta hermosa joven me recuerda a alguien que yo conocí, pero debo estar equivocada. ¿Quién es?
Mauricio le contestó con rabia.
  -Es mi hermana Verónica, tal vez la recuerdes, murió envenenada con la ricina que tú le preparaste.
Elizabeth se puso blanca y gritó.
  -¡No es verdad lo que estás diciendo! tiene cierto parecido a una amiga mía, es solo eso, una amiga que murió por una enfermedad muy penosa.
Debra, temiendo que su esposo hiciera algo tremendo y en presencia de su hija, solo atinó a decir.
  -Por favor Elizabeth, dinos a que viniste porque tenemos que trabajar, ya no tienes motivos para amenazarnos.
  -¿Tú crees que no? - preguntó riéndose la extraña mujer- parece que olvidaste que me arrojaste a los acantilados.
  -¡Sabes que no lo hice, te resbalaste cuando empujaste a Mauricio!
  -Pero la justicia me creerá a mí, -contestó eufórica Elizabeth.
  -Sabemos que todo lo compras- dijo Mauricio- pero por lo visto estás viva.
  -Y tú también lo estás- contestó triunfante la dueña del barranco- el que no salió ileso de estos accidentes fue el inútil de Harry, ustedes lo mataron e incendiaron mi casa.
  - Mira mujer loca- dijo enardecido el joven- no sé que clase de magia practican ambos. Tu marido trató de matar a Debra y yo la defendí, eso es todo. Cuando tomamos el ómnibus, Harry cabalgaba y tu casa estaba intacta.
Estamos cansados de muertos vivos y vivos muertos.
  -Lo que yo sé es que cuando regresé, porque a mí no me pueden los barrancos, encontré mi casa quemada y a los pocos días apareció mi esposo muy herido, por lo tanto ustedes son asesinos, además de delincuentes.
  -Dime- dijo Debra, ¿cuántas veces ha muerto ese hombre? si mal no recuerdo, estaba desaparecido porque tú lo arrojaste al barranco el día del accidente en la avioneta.
-¿Quién te ha dicho esas mentiras?- a Elizabeth le brillaban sus ojos claros- lo que me intriga es verlos unidos, luego de tantas traiciones por parte de ti, Mauricio.
  -Yo nunca te amé- confesó el hombre- solo quería vengarme de ti. Tú nos investigaste, pero luego supimos lo deshonesta que eras y como comprabas el silencio de los testigos de tus crímenes.
  - Mira, yo no me he arrepentido de mi forma de hacer justicia, me refiero a Harry y a tu hermanita, la extorsionadora. Ahora me voy pero nunca los abandonaré.
  Mauricio se abalanzó sobre la mujer, Debra trataba de calmarlo porque la niña lloraba, fue entonces cuando bajando el tono pero con firmeza, le preguntó a Elizabeth.
  -¿Dónde están sepultados tus padres?
 -¿A que viene la pregunta?, en mi casa están mis padres, ustedes vieron sus tumbas.
 - Supongo que te habrás dado cuenta que vivimos frente al cementerio, ¡acompáñame!
-¡ No quiero!- exclamó Elizabeth.
   Mauricio la tomó del brazo y juntos cruzaron la calle, Debra los seguía y ordenó a su hija que jugara en la vereda. Se detuvieron ante un lujoso panteón, diciendo.
  - Mira Elizabeth, arriba dice Familia Benson.
  - Esa será otra familia Benson, no quiero mirar nada.
  - En la primera placa está escrito el nombre de tu madre, el mismo que vi en tu casa, Jean Sarah Nórton de Benson, en la otra el de tu padre, Douglas Benson y en la última, está tu nombre.
  De pronto, Mauricio no sintió que apretaba el brazo de la mujer, ésta había desaparecido.
  Debra lloraba, rogando.
  -¡Vamos Mauricio, la nena está sola y el cliente ya va a llegar! ¿Nunca se terminará esta historia? Yo no había visto antes la placa de Elizabeth porque no me detengo a mirar las tumbas, ya sabes que deploro vivir al frente del cementerio.
  - Yo descubrí este panteón ayer- contestó Mauricio.
  Cruzaron la calle de la mano, la niña jugaba y dijo que tenía hambre.
Cuando llegó la hora de entregar el sofá, Mauricio le pregunta al joven encargado de retirar el trabajo.
  -¿Me dices el nombre de tu patrón para hacer la boleta?
  - Sí señor, Harry Thomas.





viernes, 19 de julio de 2013

10º parte de Extorsión en el barranco.

  Debra se sorprendió del cambio brusco del hombre amado cuando exclamó.
-¡No te irás a ningún lado, lo que pretendes es ir a contarle a todo el mundo que estoy vivo! Te quedarás conmigo hasta que yo sepa de una vez si Elizabeth murió, así podré cobrar el seguro de vida y heredarla. Por ahora viviremos aquí, en secreto.
Debra contestó con un hilo de voz.
-¿Todavía dudas que tu esposa está viva? Lo único que debes hacer es esperar  que regrese con Mauricio.
-¿Y tu piensas que volverán?- La interrogó el marido de Elizabeth.
-¡Por supuesto! Pero, como yo ya no tengo nada que ver con ninguno de los dos, me iré.
-¿Recuerdas que la última vez que iban a visitar el barranco los tres, tu me avisaste que no me presentara?
La cara de Debra empalideció.
  -Sí, ¿Y que hay con ello?
  -Yo te desobedecí- dijo el hombre - y permanecí escondido para espiar a Elizabeth, desde allí pude ver como mi mujer empujó al acantilado a tu novio, tú gritabas y observé como Elizabeth caía también. Tal vez empujada por ti.
  -¿¿Qué?? – Debra tenía los ojos desorbitados – Yo no empujé a la señora al vacío, ella tropezó, cayéndose. Si viste todo, habrás notado como los busqué por espacio de horas hasta el anochecer.
  -¿Y por qué mentiste diciéndome que mi esposa fue a hacerse un chequeo médico y que Mauricio la acompañó? ¿Hasta dónde pensabas llegar con tu mentira? Si no eres culpable debiste haberme dicho la verdad.
 -Desde ese día estoy como loca- dijo la muchacha en el colmo del desconsuelo -¡Nos han sucedido tantas cosas horribles desde que llegamos aquí! Pero yo no lancé a Elizabeth, jamás lo hubiera hecho, a pesar de que ella me lastimó mucho. En cuanto a que no te dije la verdad fue por la sorpresa de encontrarte en esta casa y saber que eras Harry. Aunque yo soy inocente no podía confiar en ti. ¡ Déjame ir!
 -¡No, no lo haré! Tampoco tú eres de mi confianza en estos momentos. Ya ves, los dos estamos en la misma situación, yo no maté a Elizabeth y creo que tú tampoco, pero todos nos condena. Te diré Debra que estoy contento, mi mujer está irremediablemente muerta y ahora es cierto. Cuando encuentren los cuerpos, la justicia deberá callar porque ya la habían considerado muerta hace unos años, a no ser que se divulgue la noticia y pase a otra jurisdicción. En cuanto a Mauricio, te rastrearán a ti y tú serás la única responsable. Ya puedes comenzar a preparar una buena coartada. Aquí esperaremos los acontecimientos, porque tú no estropearás mis planes. Todo esto es mío y es mucho lo que me esmeré y soporté para conseguirlo.
  Debra saltó de pronto sobre Harry y empezó a golpearlo en el pecho, gritando.
  -¡Yo diré toda la verdad y deberán creerme! Me presentaré donde haya una verdadera justicia y no en estos puebluchos. ¡Tú no me detendrás!
  La joven intentó salir corriendo pero el hombre fue más rápido y tomándola del cuello le gritó.
  -¡Nunca maté a nadie pero ahora lo haré!
  Debra no podía respirar y cayó al suelo.
  Cuando volvió en sí, vio a Mauricio tomándose la cabeza con sus manos y, a Harry tirado en la alfombra todo ensangrentado.
  La joven abrazó a Mauricio sin poder creer lo que veía y exclamó llorando.
  -¡Estás vivo! Pero... ¿Qué hiciste? ¡Has matado al esposo de Elizabeth!
  -No sé a quién maté y sí en realidad está muerto, pero trató de ahorcarte. A mi me llevó la corriente pero logré salvarme, ¿dónde está Elizabeth?
  -Mira Mauricio, después que te empujó, trastabilló y se fue detrás de ti, no pude hacer nada.
  -Debra se masajeaba la garganta, ella había dicho la verdad, solo esperaba que su ex pareja le creyera.
  -Pero... dijo Mauricio- ¿No estaba muerto el esposo de Elizabeth?
  -Dame agua- pidió la joven- ya te contaré la historia. Ahora debemos ver si este hombre está todavía con vida.
  -Mauricio notó que Harry ya no tenía pulso. Por mucho tiempo intentó reanimarlo haciéndole respiración boca a boca. El hombre había muerto por el golpe de un hierro que Mauricio encontró afuera y lo tomó al oír los gritos de su ex mujer.
  -Debra comenzó a llorar desconsoladamente por tener un destino tan triste y tan comprometido. Cuando se repuso preguntó a su compañero.
  -¿Qué haremos ahora? Porque tenemos dos problemas: uno, cuando encuentren a Elizabeth y el otro, con Harry muerto.
  -Te equivocas, este matrimonio hace años que está legalmente muerto. Dime Debra. ¿El auto tendrá combustible?- preguntó el joven -Se lo veía nervioso y desencajado, su ropa estaba sucia.
  -Sí- contestó la muchacha -Harry lo hizo arrancar estos días, ¿qué piensas hacer? Deberías ponerte ropa seca, me preocupa el estado en que te encuentras.
-No pienses en eso ahora, estamos viviendo un momento trágico. Traeré el coche y entre los dos subiremos el cuerpo de este hombre e iremos a arrojarlo al barranco de donde nunca debió salir.
-No sé si me animaré- dijo ella- pero pienso que Harry nunca mató a nadie, a él lo arrojó Elizabeth al barranco como hizo contigo.
  -¡Este individuo iba a matarte, Debra! 
  -Lo sé- admitió la joven, pero ¿qué haremos ahora? ¿ Estás seguro que nadie se enterará nunca de la verdad?
  - No estoy ahora para hacer conjeturas, Debra.
  Con mucho esfuerzo lo subieron al automóvil, la oscuridad lo invadía todo. No se veía ni un alma en esos parajes. Cuando llegaron al barranco, sacaron el cuerpo exánime de Harry, lo arrastraron hasta el borde y lo lanzaron. Debra no dejaba de sollozar.
  Volvieron a la casa y comenzaron a limpiar todas las huellas que pudieron haber dejado y quemaron la alfombra manchada de sangre donde había caído Harry, víctima del golpe en la cabeza. Luego prepararon bolsos con sus efectos personales para que no quedara nada que los involucrara, ya que habían vivido largo tiempo en esa casa.
  Debra preparó un café fuerte con unas gotas de cognac para ella, ya que jamás había pasado por una experiencia semejante. En cambio Mauricio comió unos emparedados porque eran muchos los días que llevaba sin comer, solo se alimentaba con algunas frutas silvestres. Si bien no había recibido golpes, se sentía mal de los bronquios por haber estado mojado mucho tiempo.
  La joven estaba pensativa, de pronto preguntó a Mauricio.
  -¿Por qué dijiste que el matrimonio estaba legalmente muerto?, nosotros sabíamos que lo estaba Harry, pero no Elizabeth. Ya que, si bien yo me enteré por mi tía, que la habían matado, tú no lo sabías. Además nosotros convivimos con ella. Todo es muy extraño.
  - Te contaré mi secreto- dijo resignado Mauricio- luego nos iremos. Hace un tiempo, yo vine aquí para matar a  Elizabeth.





miércoles, 10 de julio de 2013

9º Fragmento de Extorsión en el barranco

 –Acércate Debra.
  La joven se adelantó y se colocó enfrente del hombre que no era otro que Tom.
  En medio de su confusión Debra preguntó.
  -¿Qué haces aquí dentro de la casa, y por dónde entraste?
  -¡Debra! ¡Qué modales! ¿Así me recibes? Vine porque no tenía noticias tuyas, las últimas que tuve fueron cuando me avisaste que no me acercara al barranco porque ustedes irían de paseo. Hoy decidí venir y saludar de una buena vez a Elizabeth. Como no me recibía nadie opté por entrar por una ventana y ya me aprestaba a retirarme cuando te oí entrar. ¿Dónde están los demás?
  Debra, a borbotones comenzó a inventar.
  –Elizabeth se fue por unos días a hacerse unos estudios médicos y Mauricio la acompañó. Yo aproveché para ir a ver a mi tía que no estaba bien; mañana iba a llamarte.
  –Entonces- dijo Tom –es nuestra oportunidad para estar juntos unos días, ¿no te parece amor?
  - No sé si estará bien, pero sí, porque me sentiré muy sola esta noche. Permiso, iré a preparar la cena.
  -¿Qué te ocurre? Sírveme un whisky y siéntate a hacerme compañía, ahora no eres la mucama y te recuerdo que no me has besado todavía.
  La muchacha estaba tan nerviosa que la presencia de Tom le parecía molesta, ella necesitaba pensar, mejor dicho huir.
  El hombre preguntó.
  -¿Todavía está el hidromasaje que solían tener aquí?
  -Sí- contestó con timidez la joven.
  –Entonces, bañémonos- invitó Tom –luego veremos que hay en la heladera y te prepararé algo rico.
  Debra pensó que debía distenderse o él se daría cuenta que algo andaba mal.
  Una vez que estuvieron en el lujoso baño, Tom la desvistió y se hizo desvestir por ella. Luego se sumergieron en el agua y se dejaron llevar por la pasión. Debra estaba poseída por ese hombre pero algo había en él que la inhibía, que la perturbaba, hasta pensó que era miedo. Se vistieron sin apuro besándose continuamente. Tom, después de recorrer todas las habitaciones dijo.
  –Ahora te prepararé algo que no olvidarás, soy muy buen cocinero.
  El hombre se movía como dueño de casa y sabía donde se encontraba cada cosa, era evidente que había estado muchas veces allí. Cuando Debra lo vio con el delantal cocinando tantas exquisiteces, se olvidó por un momento de sus tribulaciones y se dispuso a preparar la mesa. Luego Tom fue a la bodega y trajo, según él, un buen vino para la ocasión.
  Esa noche durmieron en la suite matrimonial de Elizabeth y Harry. Todo parecía perfecto, el hombre amado durmiendo a su lado, mientras oía su respiración acompasada. Ella se mantenía despierta para poder atesorar esos momentos, pero el recuerdo del pobre Mauricio volvía una y otra vez a su mente. Debra pensaba que si Tom se ausentara al menos por un día, iría a dar una vuelta por el barranco.
  Cuando el sol se hizo presente en la ventana, notó que Tom ya se había levantado. La joven se apresuró a hacerlo también, se vistió y cuando entró a la cocina encontró una nota que decía: “Buenos días amor, te dejé café en el termo, yo voy a tratar de poner en marcha el auto”.
  Debra se dirigió al baño y de pronto recordó el sobre que le había dado su tía. Salió a buscarlo y se encerró en una de las habitaciones para leer lo que había adentro. Allí estaban los recortes de diarios y fotos de la familia Benson, en algunas se veía a Elizabeth muy pequeña y en otras, el día de su boda con Harry. Debra se tomó de la pared porque lo que vio en esa foto era demasiado para ella en esos momentos, aunque muy cambiado, el novio de la fotografía no era otro que Tom. El hombre que ahora estaba en la casa que le pertenecía, vivo y, durmiendo con ella. Luego leyó apresuradamente los recortes de los diarios, siempre mirando hacia el granero por si venía Tom. Todos decían lo mismo que las dos mujeres le habían relatado. Lo que no le habían dicho era que nadie había reclamado el cadáver de Elizabeth, ya que no tenía parientes, pero la policía, por indicación de unos vecinos, le avisó a un anciano amigo de la familia que vivía en la capital. Nunca se supo donde fue sepultada. También leyó que habían citado a familiares de Verónica, pensando en una venganza y también a antiguos peones, pero todos estaban limpios y sin ninguna sospecha.
  Debra guardó cuidadosamente el sobre en un cajón de la cómoda del dormitorio que ocupaba con Mauricio. Después se dirigió a preparar la comida. Tom se acercó a la cocina cerca del mediodía, le dio un beso y fue a lavarse las manos porque las tenía engrasadas. Cuando se sentó a la mesa preguntó.
  -¿Tu marido atiende el coche?.
  –Sí- contestó Debra en un susurro.
  –No sé si tendrá nociones de mecánica pero lo tiene muy bien mantenido y muy limpio, ese auto es una joya.
  –Lo mismo dice Mauricio- contestó la muchacha.
  –Debra, ¿es idea mía o estás a punto de llorar? ¿Extrañas a tu ex esposo?
  -Sí, por supuesto, pero pronto vendrá.
  –No te estoy viendo comer, ¿sucede algo?
  A Debra le aleteaban miles de mariposas en el estómago, sabía que debía hablar, era ahora o nunca. Hablar o huir.
  –Tom, quiero que veas algo, espérame un momento.
  La joven se levantó de la mesa y fue hacia su dormitorio, abrió el cajón de la cómoda y tomó el sobre. Fue un calvario lento el regreso a la cocina, donde Tom encendía su cigarro. Ella sabía que ese día se acabaría todo, que había llegado la hora de sacarse el antifaz y decir la verdad de lo acontecido.
  El hombre tomó el sobre mientras Debra se volvía a sentar estudiando cada reacción de Tom. Cuando éste sacó las fotos y los recortes comenzó a mirar, se quedó un momento en silencio y luego preguntó.
  -¿De dónde sacaste todo esto?
  -Me lo dio mi tía ayer, ella y una vecina trabajaron mucho tiempo aquí. La historia me la contaron espontáneamente, yo nunca les dije donde trabajaba, ni aún después de oírlas.
  -¡Con razón estabas tan extraña cuando me viste! Yo creí que era por la sorpresa de encontrarme aquí, pero fue porque pensaste que habías convivido con un espíritu- razonó Tom.
  -¡Por supuesto que no! Pero necesito que alguien me lo explique, ¿y quién mejor que tú? Qué por lo visto eres el esposo de mi patrona, al que todo el mundo cree muerto. ¿O también eres un alma en pena?
  -¡Cálmate! No solo tú estás sorprendida, yo lo estoy desde el día en que te encontré porque todos dieron a Elizabeth por muerta y hasta este momento no estoy seguro que sea ella. No te voy a negar que soy su esposo y me voy a presentar: Harry Thomas.
  –Mira, ese es el retrato que yo le hice- dijo Debra –señalando un lugar destacado en la pared del living.
  –Sí, lo estuve observando, es mi mujer.
  -¿Por qué no me dijiste que eras Harry, el esposo de Elizabeth?
  - Es que yo no podía confiar ni siquiera en ti, después de haber permanecido escondido dos largos años. Al principio no volví porque cuando sufrimos el accidente y Elizabeth me empujó al barranco, me golpeé la cabeza contra unas rocas quedando inconsciente por un momento. Cuando desperté en el agua y me incorporé, caminé por el río hasta que logré subir por el lugar más bajo. Después alguien me encontró y me llevó a otra ciudad en un camión, yo no recordaba nada. El primer año trabajé en un campo donde nadie me hizo preguntas y de a poco fui recordando. Fue entonces cuando decidí regresar pero al enterarme por los diarios que Elizabeth había sido asesinada, decidí no hacerlo porque yo iba hacer el único imputado ya que tenía razones para matarla. Me dejé la barba y tomé otra identidad, de ese modo pude volver al barranco de tanto en tanto. Un día te encontré a ti y cuando me dijiste que trabajabas para una mujer que se llamaba Elizabeth y que parecía ser ella, comencé a pensar que estaba viva. Ahora sé que puedo quedarme aquí a esperarla y pedirle explicaciones. Otro motivo por el cual no podía venir es que mi esposa había sacado una póliza de seguro a mi nombre.
  –Una póliza que ahora no podrás cobrar- respondió Debra –yo sigo pensando que, aunque no logró su objetivo, fue verdad que alguien trató de asesinarla. Además, ella tiene una fina cicatriz alrededor de su cuello que cubre con un collar. Si no fuiste tú quien intentó matarla, ¿Quién pudo haber sido?
  -No, no lo sé, no tengo la menor idea pero enemigos no le faltaban. Es una mujer sumamente cruel, ella goza haciendo el mal.
  –Mira Tom, Harry, o como te llames, creo que yo ya no tengo nada más que hacer aquí.